Los discos perdidos: I Just Shot Myself in the Foot Again

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Un viejo gordo y feo, solo. Una casino vieja. Todo eso en un escenario chico, muy chico. Algún festival perdido, doce o trece personas que no pueden, ni quieren, prestar atención. El viejo solo tiene la casino, y una expresión de terrible frustración; pero alegre, alegre frustración. Ahora Morrisey o R.E.M. llenan grandes teatros, venden sus discos por una multinacional o algún sello independiente lleno de plata. Pero no piensa en eso. Mira, entre tema y tema, la precaria iluminación. Presenta a tres músicos que no se acuerdan los temas, y piden disculpas con la mirada, cuando Mark los increpa. El público lo entiende, le tiene un poco de pena. Esa que se les tiene a los viejos, gordos, feos, que intentan seguir siendo eso que alguna vez fueron. Jóvenes.
El viejo es Mark Mulcahy, un sobreviviente de la música indie, del postpunk. Pero la historia no es tan simple como eso; porque incluye giras con The Sugarcubes, discos producidos por The Smiths, y una lenta caída hacia el olvido. Igualmente no quiero contarles de eso ahora, quiero hablar de Mark, ni siquiera, quiero contarles de un disco de Mark: I Just Shot Myself in the Foot Again. Formalmente es un E.P. grabado en el año 2000. Un adelanto de lo que sería el disco más reconocido de su carrera solista, Smilesunset. Pero es mucho más que eso, muchísimo más: El disco esta rodeado por un amable ambiente folk, muy guitarrero, melodías simples y una punzante intensión de desgarrarte el pecho de tristeza. Se puede escuchar la resignación viajando desde los auriculares hasta la parte blanda de tu espina, como el sollozo de un gatito agonizando. La sensación primera es devastadora. No puedo explicar bien como una música tan amable, tan simple, puede despertar nervios tan sensibles. Las canciones te cachetean desde el primer acorde. Todo es tan colorido, tan simpático y, a la vez, tan gris.
El tema que resume lo que quiero explicar se llama 900 Yards Away, que se descarta con una frase terriblemente sincera: "Y si gano, bueno, en realidad voy a perder". Y de eso está repleto el disco. "Se acabo la fiesta chicos, no queda otra cosa que cagarnos en nosotros mismos, reírnos, pasarla como el otro y hacerlo de la mejor forma posible". Eso hace Mark.
Este es un disco que merece ser escuchado, y que no tendría que estar fuera de ningún ranking; pero las cosas son así: nunca vamos a encontrarlo.

Los invito a escucharlo.

Tres grandes Escritores - 1º entrega : Julio Cortázar



¿Pensaste en conocer a dos o tres grandes escritores que te volaran la cabeza?

No, te estoy dando mucho crédito: vos nunca pensaste.

Pero bueno, alguien debe haberlo hecho por vos y por mí, y por nosotros.

No importa mucho quien es ese alguien que pensó pero creo que, al igual que yo, puso tres nombres en la delantera de aquel equipo, soberbio equipo, injusto como todo seleccionado (en el cual muchas veces lo potencialmente superior queda afuera por culpa de la inexperiencia, la tradición de viejos héroes que debemos seguir respetando o simplemente porque no hay nada mejor que lo que consideramos mejor).

Elijo el tres porque es un número injusto, impar, feo pero valiosísimo, sino vean acá.

Bien, esta trilogía de autores no es casual ni azarosa, sino necesaria y caprichosa. Ellos me han enseñado mucho, son los que mas han marcado mi forma de ver el mundo, escribir y la Historia de la Literatura del Siglo XX. Serán tres entregas que apareceran en este espacio de forma anacrónica.

Los presento en orden de ¿importancia?: Julio Cortázar, Jorge Luis Borges y Charles Bukowsky (en realidad estoy mintiendo, porque debería poner a Roberto Bolaño en vez de Cortázar, Sabina en vez de Buk. y a Rodolfo Walsh en vez de Borges, pero ya lo advertí , toda selección es mentirosa, hoy se me dio por elegir (mentir) a estos).

Fue una elección ecléctica, desmesurada e histérica pero considero que hay algo que los une: los tres escriben bien.

El genial Cortazar, que en ráfagas de psicodelia sesentosa nos ha demostrado las imágenes mas extrañas de la manera más hermosa, y encima haciéndolas pasar por vulgares y rutinarias acciones, actitudes, hechos o cosas.

Entro a Cortazar culpa de un libro que alguien se había olvidado en mi casa (aunque tiempo después supe que ya había entrado muchísimo tiempo atrás en mi vida, de manera inesperada, en la escuela primaria), era una edición de clarín con Santillana: “Historias de Cronopios y famas / Un tal Lucas”. Cuando lo empecé a leer no podía creer cuanta irracionalidad desbordaban sus paginas, me volvía loco, ese tipo era un Punk, definitivamente, pero terrible (claro eso pensé hasta que leí amor 77 y supe que mas que punk era un hippie de mierda) y honesto. No podía dormir por las noches con mi nuevo descubrimiento, sus páginas fueron devoradas de la manera más dañina y salvaje posible, era un frenesí de literatura. Entre esos dos libros que se juntaban en un solo tomo había varios años de diferencia (el primero escrito en 1962 y el segundo en 1979) y sin embargo las transformaciones que Cortazar experimento en el plano Ético y político de su vida en (justamente) ese periodo no se trasladaban a su estética siempre pulida y precisa (aunque si cambiaron sus intereses).

Creo que el placer que sentía al leer las historias de esos cronopios y los demás personajes funestos , chistosos, tontos y surrealistas que completaban el libro no lo volví a sentir en toda mi adolescencia. Aunque, debo admitir, ese es el problema fundamental de la literatura de Cortázar (y de los Rusos también, me atrevo a decir): que después de determinada edad, calculo que a los 25 o antes, sus textos ya no producen lo mismo, son mas densos, cansan al lector; puesto que el lector ha madurado y ya no es tan fácil sorprenderlo con, por ejemplo, un oso que recorre las cañerías de tu edificio sacando la patita por la canilla.

Cortazar es un buen poeta, un novelista admirable y un excelente cuentista. Yo considero, aun sin haber leído más que de una forma Rayuela, que la novelística de Cortazar es absolutamente inferior a sus cuentos (aunque superior a sus poemas). Esto no es infundado, sus cuentos tienen ese “clic” que nos hace dar vuelta la cabeza luego de haberlos leídos, tanto los cortos como los largos. Y sus poemas son lindos, desvariados, infantiles, surreales, pero no del todo convincentes.

Luego las lecturas mas sorprendentes, esos cuentos a los que volvemos (y volveremos sin importar la edad) siempre: Casa Tomada, Continuidad de los Parques, El Perseguidor y otros por demás geniales (Juan agregaría “Las babas del diablo” por ejemplo).

Pero Julio me enseño a ver lo mágico del mundo en detalles inverosímiles, a encarar como una aventura toda acción humana, desde tomar un café a ponerse un pulóver, en esos instantes cualquier cosa es posible. Luego a lo largo de los días vividos, caemos en la cuenta de que el mundo tiene un gran realismo “mágico” que se encuentra constantemente en la nimiedad de las cosas y no es una metáfora, sino una realidad que nos dio a conocer un tal Julio, un día cualquiera no es cualquier día.